martes, 13 de junio de 2017

Tengo un sueño

Tengo un sueño

Discurso (editado) de Martin Luther King Jr. en Washington DC frente a 200.000 personas, 28 de agosto de 1963.

Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Hace cien años, Abraham Lincoln, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.
También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. (...) Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad. (…)
1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirán contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. (...) La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.
Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?" Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente". (...)
Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.
¡Hoy tengo un sueño! (…).

domingo, 11 de junio de 2017

Trabajamos con "El muro de Berlín"

El muro de Berlín

Ese tipo que va al club de golf,
Si lo hubieras visto ayer,
Dando gritos de "yankie go home"
Coreando slogans de Fidel.
Hoy tiene un adoquín
En su despacho
Del muro de Berlín.

Ese mismo que tanto admiró
La moral estilo soviet,
Por un catorce por ciento cambió
La imaginacion al poder.

Desde que a Hollywood
Llega una linea
Del metro de Moscú.

Ha vuelto Rasputín,
Se acabó la guerra fría,
¡que viva la gastronomía!
Y uno no sabe si reir o si llorar
Viendo a Rambo en Bucarest fumar
La pipa de la paz.

Ese que "al capitán goma dos"
Con spray pintaba en la pared,
Sufre de exceso de colesterol
Si fluctuan los tipo de interés.

Y tiene un adoquín
En su despacho
Del muro de Berlín.

No habrá revolución,
Es el fin de la utopía,
¡que viva la bisutería!
Y uno no sabe si reir o si llorar
Viendo a Trotsky en Wall Street fumar
La pipa de la paz.

Hasta en Sebastopol
Los camaradas
Bailan el rock and roll.

Ha vuelto Rasputin,
Se acabó la guerra fría,
¡que viva la peluquería!
Y uno no sabe si reir o si llorar,
Por lo menos que le pongan hash
A la pipa de la paz.

Siempre que luchan la KGB contra la CIA
Gana al final la policía,
Sobre el rencor de clase
Floreció el amor,
Ayer Lenin y Zsa Zsa Gabor
Se casaban en New York.

No habrá revolución,
Se acabo la guerra fría,
Se suicidó la ideología,
Y uno no sabe si reir o si llorar
Viendo a Trotsky en Wall Street fumar
La pipa de la paz.


Letra: Joaquín Sabina

jueves, 1 de junio de 2017

Macarthismo

Volante para la campaña de elección de McCarthy al Senado

 “Joe McCarthy fue artillero de cola en la Segunda Guerra Mundial. Cuando comenzó la guerra Joe ocupaba un apacible puesto de juez por 8 mil dólares al año. Estaba exceptuado de los deberes militares. Renunció a su cargo para alistarse como soldado raso y en la infantería de marina. Peleó por tierra y aire a través de todo el Pacífico. Él y millones de otros tipos evitaron que Ud. hablara japonés. Hoy Joe McCarthy esta en la patria. Quiere servir a Norteamérica desde el Senado. Sí amigos: el Congreso necesita un artillero de cola. Ahora que reina la confusión en Winsconsin, Norteamérica necesita luchadores. Los hombres que pelearon en un suelo extraño para salvar a Norteamérica se ha ganado el derecho de servir a Norteamérica.”

Pedido de firmas

A comienzos de la década del ´50, un periodista del diario “Capital Times” de Winsconsin (Estado por el que era senador McCarthy) tuvo la idea de redactar, en forma de petitorio al gobierno, un documento que contenía un fragmento de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos , así como los seis primeros artículos de la Declaración de Derechos , ambos textos contemporáneos al nacimiento de la nación. Sumó a esto la XV enmienda a la Constitución, que garantizaba iguales derechos para todas las personas, sin distinción de raza, credo o nacionalidad. El 4 de julio, aniversario de la independencia de los EEUU, en la plaza principal de la capital, donde una multitud festejaba, comenzó a hacer circular el documento solicitando firmas de adhesión. El periodista, John Hunter, publicó al día siguiente el resultado del experimento. Hunter pidió la adhesión a 112 personas. Solo una se atrevió a firmarlo; 111 le contestaron que no por miedo a las consecuencias y 20 le preguntaron si era comunista. La primera persona encuestada le respondió: “No logrará que le firme esto, estoy tratando de obtener el certificado de lealtad para ingresar a una función en el Gobierno”. Otro le dijo: “No puedo firmar esto porque soy empleado público”. Un tercero simplemente le recomendó a Hunter: “¡Váyase al diablo con estas porquerías comunistas!”. Uno de los tantos le comentó: “Veo que usa una vieja táctica comunista; pone le nombre de Dios en un petitorio extremista”. Y un mujer, que no soportó leer por entero el documento, le dijo sumamente encolerizada: “¡Quizás sea esta la Declaración de Independencia Rusa, pero no me convencerá de que es la nuestra!”

Interrogatorios de McCarthy

Extracto del interrogatorio secreto de J. McCarthy al músico Aarón Copland:
McCARTHY: ¿Ha sido usted alguna vez comunista? COPLAND: Nunca he sido comunista en el pasado ni ahora. M: ¿Ha sido alguna vez simpatizante del comunismo? C: No estoy seguro de lo que entiende por simpatizante. Por mi idea de la expresión, nunca he pensado en mí como un simpatizante comunista. M: ¿Ha asistido alguna vez a una reunión comunista? C: Lo siento, pero no sé cuál es su definición de reunión comunista. M: Una reunión que, sabía entonces, o sabe ahora, organizaba o patrocinaba el Partido Comunista. C: No, que yo sepa. M: ¿Estuvo alguna vez en una reunión donde una parte importante de los invitados fueran comunistas? C: No que supiera. M: ¿Le pidieron alguna vez que se uniera al Partido Comunista? C: No. M: ¿Nadie le mencionó la posibilidad de que se uniera al Partido Comunista? C: No que recuerde. M: ¿Alguno de sus amigos es comunista? C: No que yo sepa. M: ¿Conoce a algún miembro del Partido Comunista? C: No conozco a ningún miembro del Partido Comunista.

Extracto del interrogatorio secreto de J. McCarthy al escritor Dashiell Hammett:
McCARTHY: ¿Ha escrito alguna vez una historia que no sea de detectives? HAMMETT: Sí, una serie de relatos. M: ¿Alguno de ellos trataba problemas sociales? H: Si, uno de ellos era sobre relaciones entre negros y blancos. M: ¿Era miembro del Partido Comunista cuando lo escribió? H: Me niego a declarar porque la respuesta podía incriminarme. M: ¿El relato reflejaba de alguna manera la línea del Partido Comunista? H: Es difícil decirlo. En cuanto a reflejar, diría que no. Era contra el racismo. M: ¿Reflejaba la línea comunista sobre los problemas raciales? H: (No contesta). M: Perfecto, no quiere contestar. Algo tendrá que esconder.

Denuncias contra comunistas

El 9 de febrero de 1950 el Senador McCarthy, en plena campaña de reelección, dijo en su discurso ante las mujeres republicanas de la ciudad de Wheeling que el tenía la lista con lo nombres de 205 comunistas que prestaban servicio en altos cargos del gobierno de los EEUU, y desde allí moldeaban toda la política exterior estadounidense. Al día siguiente, en otra ciudad, la lista de comunistas cambió: no eran 205, sino 81; al tercer día, en una nueva ciudad de su recorrido, se convirtieron en 57, pero” todos con carnet”. Ante la conmoción que causó su denuncia el Senado se reunió diez días después y, ante él, repite un de las cifras anteriores, 81, pero no aporta los nombres; menos de 24 horas después, el 21 de febrero, ante la Tlevisión, retorna a la cifra inicial, pero afirma que “lamentablemente no puedo conseguir los nombres de esas personas acusadas”. Extractado de SELSER, Gregorio, “McCarthy. La caza de brujas”.

McCarthy intenta demostrar frente al Senado sus denuncias

El 20 de febrero de 1950 McCarthy concurrió ante el Senado a explicar sus denuncias de Wheeling, este es el relato que realizó del hecho un periodista contemporáneo: A la hora señalada apareció McCarthy con un abultado portafolio, que se transformaría en su clásico acompañante. Anunció que había traspasado la “cortina de hierro de secretividad del presidente Truman” y que se proponía presentar a continuación 81 casos sin identificación. La cifra 81 era nueva ¿Qué relación guardaba – preguntó un senador – con los 205 y 57? “No creo haber mencionado la cifra 205 – contestó McCarthy – creo haber dicho más de 200”, pero los 81 que ahora entraban a discutir abarcaban los 57 e incluían 24 casos más. Casos, ¿exactamente de qué?, le preguntaron. “Solo estoy aportando al Senado – dijo – aquellos casos que claramente denotan la existencia de una terminante conexión comunista, personas que ocupan altos cargos de gobierno a las que considero son comunistas”. Pero inmediatamente resultó que no quería se pensara que los 81, en pleno, estaban en ese momento trabajando en el gobierno. “Puedo decir que sé que algunos de estos individuos cuyos casos aporto al Senado ya no trabajan para el gobierno de los EEUU”. Y el Senado se equivocaba si creía que todas las personas nombradas eran comunistas. Algunas, manifestó, no eran comunistas. Parecía chiste o tomadura de pelo. Denunciaba 81 personas que trabajaban en altos cargos de gobierno como comunistas, pero luego explicaba que ni todos trabajaban para el gobierno, ni todos eran comunistas. En verdad, algunos no eran nada. Los casos 15, 27, 37 y 59 sencillamente nunca fueron nombrados, los pasó enteramente por alto. Los casos 21 al 26 solo se identificaban por el hecho de trabajar para una radio liberal. Los casos 1 y 2, y varios otros, solamente trabajaban para las Naciones Unidas. El caso 3 era el mismo que el caso 4, el caso 9 igual al caso 77. El caso 14 reapareció en el caso 41, y se trataba en realidad de un anticomunista tan vigoroso que había sido despedido. Los casos 13 y 78 eran tan solo solicitantes de empleo en el gobierno, o lo habían sido en 1948. Nada se sabía del caso 52, salvo que era subordinado del titular del caso 16, “quien, según indican los ficheros gubernamentales, era uno de los espías comunistas más peligrosos (pero, si estaba en los ficheros indicado como espía comunista, ¿cómo seguía en servicio y no había sido despedido?). Sobre el caso 12, afirmaba que había trabajado en el Departamento de Comercio, pero McCarthy no tenía idea de “dónde está en el día de hoy. Francamente no lo sé” dijo. El caso 62 “no era importante en lo que se refiere a actividades comunistas” El caso 72, señaló McCarthy, era notable por cuanto “representa lo directamente opuesto a los casos que he estado leyendo. No confundan a este hombre con un comunista. Este hombre fue muy altamente recomendado por varios testigos que lo tienen por un alto tipo humano, un Norteamericano Democrático que se opuso al comunismo”. A medida que algún senador le pedían explicaciones, McCarthy se enredaba cada vez más en su confusa, contradictoria y lunática exposición; cada vez más ronco, enrojecido y menos coherente, hablaba acerca de sus estúpidos documentos, desordenadamente desparramados sobre dos escritorios, y tan incomprensibles para él como para los demás senadores. El senador Scott Lucas interrumpió setenta y una veces al orador para que pusiera en claro sus confusas cifras, y lo mismo hizo Brian McMahon en treinta y cuatro ocasiones sin resultado. El periodista finaliza afirmando que “A cuantos habían presenciado la noche del 20 de febrero les había parecido que la única cosa que debía tomarse seriamente respecto a McCarthy era su capacidad para aburrir y dejar exhaustos a sus críticos; se había mostrado no solo deshonesto, sino mentalmente insano. ¿Acaso otra cosa que una rematada insania podía llevar a un hombre en tren de denunciar a 81 comunistas, a decir que uno de esos comunistas representaba un ejemplo importante porque no era comunista?

1. ¿Por qué Mc Carthy sostenía, aunque fuera mentira,  que había comunistas infiltrados?
2. Describe como eran los interrogatorios y qué objetivos había para realizarlos.
3. ¿Se pudieron demostrar las denuncias de Mc Carthy? Justifica.